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viernes, 12 de agosto de 2016

Colaboración: El espejo de agua y arena.




Había una vez, una flor, casi una flor, había una vez una semilla que quería ser una flor, una flor hermosa, una flor de pétalos perfectos, una flor de pétalos perfectos con un aroma perfecto, quería ser una flor perfecta para todo el mundo pero la semilla no veía que el mundo era cruel con ella, la semilla no veía como pisoteaban la tierra encima de ella, la semilla se ahogaba cada dia mas, la semilla escuchaba la tormenta que se abría paso sobre la tierra en la que ella estaba enterrada, la semilla no veía eso, la semilla se veía así misma como una flor hermosa en un jardín hermoso, un jardín perfecto bajo un sol perfecto.
Un dia la tormenta paró y la semilla que creía ser una flor vio una pequeña y diminuta luz que la incitaba a arrastrarse por la tierra, lo vió, vió un césped verde perfecto, vió un sol perfecto y vió flores, no eran perfectas, las flores eran cada una de una forma, tamaño, color, aroma, pero ella no se vió como una flor, la semilla entristeció pero no murió, la semilla quería ser una flor, una lluvia intensa hizo que alrededor de la semilla se formará un espejo de agua y arena, la semilla se miró por primera vez y no vio una redonda, pequeña e indefensa semilla, pero tampoco vió una flor perfecta de hermosos pétalos, vio una flor, una flor que no era igual a las demás flores que la rodeaban, tenía su color, sus pétalos y su aroma, la semilla ahora flor pensó si aún soñaba debajo de la tierra pero un zumbido la distrajo de su pensamiento, una abeja reclamando su polen, la semilla que creía ser una flor perfecta, no era una flor perfecta, era una flor, una flor, solo una flor.


Colaboración de Gloria Carrasco.

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